lunes, 23 de febrero de 2009

Música en la Inauguración de Obama



Como el estudiante de historia, política y música que soy, yo ví con mucho interés la reciente inauguración presidencial de Estados Unidos.

Y aún cuando naturalmente fué un momento de proporciones obviamente históricas, no se puede decir que fué sorprendente.

Eso, porque generalmente la política tiende a bajar los altos y a elevar los bajos, ya que los políticos buscan apelar a las más amplias bases.

Esto es también porque los sistemas políticos son precavidos y buscan la seguridad del protocolo; el refugio seguro del precedente, para dar la imagen de que todo anda bien, que Estados Unidos perdura y que esencialmente el imperio no ha cambiado, que todavía está dominando.

Por éso yo veía la ceremonia de una distancia; interesado, pero realmente no comprometido.

Si algo fué increíblemente remarcable, fué la inmensa multitud de gente, de pié esperando por horas en el inclemente frío; una multitud tan inmensa hasta donde los ojos podían alcanzar a ver.

Sin embargo, a pesar que todo fué brillante y espectacular, lo que fué más conmovedor fué algo en verdad inesperado.

La composición, "Herederos...", de John Williams, (que también compuso la música para, "Las Guerras de Las Galácticas" y "Jaws"), ejecutada por el violinista Itzhak Perlman, por el violoncelista Yo-Yo Ma, el clarinetista Anthony McGill y por la pianista Gabriela Montero, fué una impresionante pieza de maestría musical. Perlman empezó con su violín sonando como un triste canto que casi parecía como fúnebre. Se unió poco después el violoncelo profundo de Yo-Yo Ma, que se hizo eco del mismo tema, ofreciendo una pintura de tristeza invernal, llena de profundas, graves emociones. Ese ambiente fué quebrado por el aire lijero del clarinete de McGill, que sonó tan triunfante como la llegada de la primavera. Cuando el teclado de Montero engalanó con sus sonidos el ambiente, todo cambió, totalmente. Del invierno, al brillante calor de la primavera, de la disonancia a la entusiasta unidad.

Sería insuficiente decir que ésta fué una composición de belleza y brillo.

Esta fué una obra finamente ajustada al momento histórico. Fué una pieza musical que expresó muy bién la desaparición de una era política.

Nos enseñó que la música, en sus mejores momentos, puede ser mágica.

Fué tan maravillosa que lloré.

Mumía Abú-Jamal
28/01/09

--(c) '09 maj

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